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LA CONSTRUCCIÓN DEL TEMPLO INTERIOR


DEDICADO A MI H:. CARLOS, QUIEN LUCHO CONSTANTEMENTE PARA CONSTRUIR SU TEMPLO, HOY SE ENCUENTRA EL EL O:.E:. 


El motivo fundamental de la leyenda masónica es la construcción del templo; es decir, la elevación de los esfuerzos para un fin espiritual o ideal.
El templo en si es la reunión de estos esfuerzos, aspiraciones y finalidades comunes, que tienden a la verdad y a la virtud, sólo con las cuales se consigue la paz y la dignificación del espíritu. Por esta razón se eligió como modelo el Templo de Salomón, siendo este último nombre simbólico de las cualidades interiores del alma, o del estado de conciencia que se consigue por medio de dichos esfuerzos. También el nombre de “Jerusalén”, el lugar o condición interior de reverencia sagrada, es alegórico de su cualidad .Dada la universalidad de estos esfuerzos y aspiraciones, y por ende de la obra unitaria y unitiva que los realiza, el templo se extiende del oriente al occidente y del norte al sur, siendo su objeto reunir a los hombres “libres y de buenas costumbres” de todas las creencias, religiones y naciones.
Así pues, individuos de diferentes pueblos, diferentes cultos y naciones distintas se encuentran entre los obreros llamados a dar una única forma exterior a la obra universal, que tiene que realizarse en todos los tiempos y en diferentes lugares. Concebido por la sabiduría espiritual, que simboliza Salomón, el Templo se levanta para la Gloria (o sea la más perfecta expresión) del Gran Arquitecto del Universo, siendo dedicado para manifestar sus planes evolutivos para el mundo, los que incluyen el progreso de todos los seres de todo pueblo y nación.
Quien comprende estos planes y se esfuerza en realizarlos por medio de la elevación de su propia vida dedicada constantemente al bien de los demás, se hace “Arquitecto” de la obra. Así el obrero tirio Hiram, nombre que significa vida elevada, hijo de una “viuda” de la tribu de Neftalí (en el cual se ha reconocido a la naturaleza, madre universal de todos los seres), experto en todo género de obras y llamado por deferencia Abí (que quiere decir “padre mío), es enviado y recomendado por Hiram, Rey de Tiro, a Salomón y aquél designado por éste arquitecto y jefe supremo de los obreros reunidos para la construcción del templo.
Los obreros venidos de todas partes del mundo (en el espíritu de paz, dedicación y reverencia que se haya simbolizado en el nombre místico de Jerusalén) tenían diferentes grados de capacidad y diferentes talentos individuales. Era, pues necesario dividirlos según sus particulares capacidades, para poder aprovechar la mejor obra de cada uno.Por consiguiente, Hiram, hombre justo y equitativo, constante modelo de rectitud y benevolencia para los demás y entendido en toda clase de obras, los repartió en las tres categorías de aprendices, compañeros y maestros, y le dio a cada uno la manera de hacerse constantemente conocer como tal, por medio de “signos, toques y palabras“apropiados.
Habiendo fabricado personalmente para este fin, y levantado ante el templo dos grandes columnas huecas de bronce (las que se hallan descritas en el Primer Libro de los Reyes, Cap. VII, vv. 13-22), hizo Hiram que los aprendices recibieran su “salario” cerca de la primera, los compañeros cerca de la segunda y los maestros en la “cámara del medio”, es decir, en un lugar secreto que se hallaba por dentro y por encima de los dos; lo que quiere decir un estado de conciencia superior a los que se hallan representados por las dos “columnas” o fundamentos.
Cada una de las tres categorías se hacía reconocer, como se ha dicho, para poder recibir el salario que le correspondía, o sea la instrucción y los conocimientos que le competían, según su grado particular de comprensión y capacidad en aprovecharlos útilmente en la obra a la que estaba destinado. Tan sabiamente dirigida y ejecutada, con orden y exactitud, según las instrucciones que cada cual personalmente recibía, la obra avanzaba rápidamente, y la gran mayoría de los obreros, en número de 70,000 aprendices, 8,000 compañeros, 3,600 maestros y tres grandes maestros, se hallaban contentos y satisfechos.
A pesar del número de obreros, y de hacerse todo género de obras, no se oía ningún ruido de instrumentos de metal, por el hecho de que las piedras y demás materiales se labraban en las cercanías, donde se extraían, con el objeto de no contaminar el lugar sagrado, a donde llegaban ya dispuestos a ponerse en su lugar. Este silencio evidencia aún más el carácter espiritual de la construcción, pues toda obra espiritual ha de realizarse en esa condición, fuera de todo ruido profano. Durante los siete años y más que duró esa construcción, tampoco hubo lluvias. Quiere decir que los trabajos estuvieron constantemente a cubierto, sin que hubiera ninguna indiscreción exterior o interior, como ha de ser en todos los verdaderos trabajos masónicos.
Igualmente reinó constantemente la paz y la prosperidad durante toda la época de la construcción del templo, debiéndose entender con ello que dicha condiciones exteriores han de buscarse en una análoga y correspondiente disposición interior; además de indicarse que las obras constructivas, de carácter permanente, sólo son posibles en épocas de paz y tranquilidad económica y social.
La construcción se empezó en el segundo mes del año cuarto del reinado de Salomón, mientras estuvo este Rey en correspondencia epistolar con Hiram, Rey de Tiro, que lo animó y auxilió en la obra, enviándole “obreros expertos y materiales apropiados”. Con eso quiere decir que se aprovecharon en dicha construcción unitaria tendencias y materiales de diferentes procedencias, realizándose la obra en la más estrecha armónica cooperación. Por esta misma razón simbólica, Salomón, Hiram Rey de Tiro e Hiram Abí, “el hijo de la viuda”, fueron los tres Grandes Maestros que presidieron dicha construcción, simbolizando la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza que sostienen toda logia y presiden toda obra útil, hermosa y duradera.
Finalmente, el lugar especial elegido para la construcción fue el Monte Moría, cuya etimología se relaciona con mara, “visión, revelación”, y tiene un evidente parentesco con Meru, el Monte Sagrado de los Indios, y con Miriam o María; el mismo lugar en el cual Abraham ofreció a su hijo Isaac (Gén.XXII-2). Esto nos da otras preciosas indicaciones sobre el carácter eminentemente iniciático de la obra, que únicamente puede levantarse por medio de un ideal o visión elevada, pidiéndose como precio la máxima abnegación y sacrificio personal.







LA CONSTRUCCION DEL TEMPLO<br/>El motivo fundamental de la leyenda masónica es la construcción del templo; es decir, la elevación de los esfuerzos para un fin espiritual o ideal.<br/>El templo en si es la reunión de estos esfuerzos, aspiraciones y finalidades comunes, que tienden a la verdad y a la virtud, sólo con las cuales se consigue la paz y la dignificación del espíritu. Por esta razón se eligió como modelo el Templo de Salomón, siendo este último nombre simbólico de las cualidades interiores del alma, o del estado de conciencia que se consigue por medio de dichos esfuerzos. También el nombre de “Jerusalén”, el lugar o condición interior de reverencia sagrada, es alegórico de su cualidad .Dada la universalidad de estos esfuerzos y aspiraciones, y por ende de la obra unitaria y unitiva que los realiza, el templo se extiende del oriente al occidente y del norte al sur, siendo su objeto reunir a los hombres “libres y de buenas costumbres” de todas las creencias, religiones y naciones.<br/>Así pues, individuos de diferentes pueblos, diferentes cultos y naciones distintas se encuentran entre los obreros llamados a dar una única forma exterior a la obra universal, que tiene que realizarse en todos los tiempos y en diferentes lugares. Concebido por la sabiduría espiritual, que simboliza Salomón, el Templo se levanta para la Gloria (o sea la más perfecta expresión) del Gran Arquitecto del Universo, siendo dedicado para manifestar sus planes evolutivos para el mundo, los que incluyen el progreso de todos los seres de todo pueblo y nación.<br/>Quien comprende estos planes y se esfuerza en realizarlos por medio de la elevación de su propia vida dedicada constantemente al bien de los demás, se hace “Arquitecto” de la obra. Así el obrero tirio Hiram, nombre que significa vida elevada, hijo de una “viuda” de la tribu de Neftalí (en el cual se ha reconocido a la naturaleza, madre universal de todos los seres), experto en todo género de obras y llamado por deferencia Abí (que quiere decir “padre mío), es enviado y recomendado por Hiram, Rey de Tiro, a Salomón y aquél designado por éste arquitecto y jefe supremo de los obreros reunidos para la construcción del templo.<br/>Los obreros venidos de todas partes del mundo (en el espíritu de paz, dedicación y reverencia que se haya simbolizado en el nombre místico de Jerusalén) tenían diferentes grados de capacidad y diferentes talentos individuales. Era, pues necesario dividirlos según sus particulares capacidades, para poder aprovechar la mejor obra de cada uno.Por consiguiente, Hiram, hombre justo y equitativo, constante modelo de rectitud y benevolencia para los demás y entendido en toda clase de obras, los repartió en las tres categorías de aprendices, compañeros y maestros, y le dio a cada uno la manera de hacerse constantemente conocer como tal, por medio de “signos, toques y palabras“apropiados.<br/>Habiendo fabricado personalmente para este fin, y levantado ante el templo dos grandes columnas huecas de bronce (las que se hallan descritas en el Primer Libro de los Reyes, Cap. VII, vv. 13-22), hizo Hiram que los aprendices recibieran su “salario” cerca de la primera, los compañeros cerca de la segunda y los maestros en la “cámara del medio”, es decir, en un lugar secreto que se hallaba por dentro y por encima de los dos; lo que quiere decir un estado de conciencia superior a los que se hallan representados por las dos “columnas” o fundamentos.<br/>Cada una de las tres categorías se hacía reconocer, como se ha dicho, para poder recibir el salario que le correspondía, o sea la instrucción y los conocimientos que le competían, según su grado particular de comprensión y capacidad en aprovecharlos útilmente en la obra a la que estaba destinado. Tan sabiamente dirigida y ejecutada, con orden y exactitud, según las instrucciones que cada cual personalmente recibía, la obra avanzaba rápidamente, y la gran mayoría de los obreros, en número de 70,000 aprendices, 8,000 compañeros, 3,600 maestros y tres grandes maestros, se hallaban contentos y satisfechos.<br/>A pesar del número de obreros, y de hacerse todo género de obras, no se oía ningún ruido de instrumentos de metal, por el hecho de que las piedras y demás materiales se labraban en las cercanías, donde se extraían, con el objeto de no contaminar el lugar sagrado, a donde llegaban ya dispuestos a ponerse en su lugar. Este silencio evidencia aún más el carácter espiritual de la construcción, pues toda obra espiritual ha de realizarse en esa condición, fuera de todo ruido profano. Durante los siete años y más que duró esa construcción, tampoco hubo lluvias. Quiere decir que los trabajos estuvieron constantemente a cubierto, sin que hubiera ninguna indiscreción exterior o interior, como ha de ser en todos los verdaderos trabajos masónicos.<br/>Igualmente reinó constantemente la paz y la prosperidad durante toda la época de la construcción del templo, debiéndose entender con ello que dicha condiciones exteriores han de buscarse en una análoga y correspondiente disposición interior; además de indicarse que las obras constructivas, de carácter permanente, sólo son posibles en épocas de paz y tranquilidad económica y social.<br/>La construcción se empezó en el segundo mes del año cuarto del reinado de Salomón, mientras estuvo este Rey en correspondencia epistolar con Hiram, Rey de Tiro, que lo animó y auxilió en la obra, enviándole “obreros expertos y materiales apropiados”. Con eso quiere decir que se aprovecharon en dicha construcción unitaria tendencias y materiales de diferentes procedencias, realizándose la obra en la más estrecha armónica cooperación. Por esta misma razón simbólica, Salomón, Hiram Rey de Tiro e Hiram Abí, “el hijo de la viuda”, fueron los tres Grandes Maestros que presidieron dicha construcción, simbolizando la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza que sostienen toda logia y presiden toda obra útil, hermosa y duradera.<br/>Finalmente, el lugar especial elegido para la construcción fue el Monte Moría, cuya etimología se relaciona con mara, “visión, revelación”, y tiene un evidente parentesco con Meru, el Monte Sagrado de los Indios, y con Miriam o María; el mismo lugar en el cual Abraham ofreció a su hijo Isaac (Gén.XXII-2). Esto nos da otras preciosas indicaciones sobre el carácter eminentemente iniciático de la obra, que únicamente puede levantarse por medio de un ideal o visión elevada, pidiéndose como precio la máxima abnegación y sacrificio personal.









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