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DIALOGO CONMIGO MISMO: L I B E R T A D Y B U E N A S C O S T U M B R E S

LIBERTAD

Repasando “La Máscara de Hierro” en una versión fílmica, renace en mi el pensamiento acerca de las paradojas sobre el concepto de libertad. Porque decimos que somos hombres libres. Sí, ya no vivimos en la época de la esclavitud, ni de las castas, aunque todavía se dan en muchas sociedades. La más clara de las esclavitudes contemporáneas es que lo somos del mercado y la economía en sus acepciones modernas; de la tecnología y las comodidades. Y sobre todo de las religiones y sus imposiciones sobre en qué o en quién o en cuál divinidad creer. Esclavos aún somos de ciertos dogmas, tabúes y preceptos morales y leyes impuestas generalmente por una minoría para extraer beneficios de las mayorías. Más, somos esclavos de nuestros miedos. Miedo hundido en lo profundo de nuestras almas, y nuestras pesadillas los retienen en contra del libre albedrío. Mucho miedo a la oscuridad de los tiempos y a la historia que sólo cuenta con cuentos y pocas verdades, o verdades a medias. Muchísimo miedo a la LUZ que incluso cuando se nos regala, enfrente, nos deslumbra y tartamudeamos, tropezamos o incluso nos detenemos estupefactos, INMOVILES e INCONCIENTES. La LUZ, la VERDAD, la HONESTIDAD, la CONGRUENCIA, nos enmudecen y CALLAMOS.


Entonces nos transformamos en esclavos de la voluntad ajena cualquiera que fuese; y aquellos lo saben y por milenios han masterizado el arte de sublimar subliminalmente al sujeto, sub-jeto, ya objeto. CALLAMOS y OTORGAMOS, no permitimos ni nos permiten gritar denunciando iniquidades, abusos ni injusticias. No nos dejan reclamar el pan ni la verdad por las que pretendemos luchar día a día como merecido alimento de nuestro cuerpo y alma cual resultado de nuestro sudor y aporte a la tierra.
Peor aún, algunos nos consideramos de buenas costumbres. No porque manejemos con facilidad y prontitud los preceptos asentados en el “Manual de Carreño” que seguramente muy pocos recuerdan y muchos nunca tuvieron en sus manos ni en su librero.


No es Buenas costumbres apoderarse de lo ajeno. Apoderarse del poder nimio para satisfacer ideas vanas. Apoderarse de la tribuna para enajenar al auditorio y “aborregarlo”. No es Buenas costumbres implantar una educación de servidumbre, para “ser alguien en la vida”. No es Buenas costumbres el dicho: “si quieres mandar tienes que aprender a obedecer”.


Me parece que una muy buena costumbre sería aprender a respetar al prójimo en su persona, ideas y COSTUMBRES. Entender que en una sociedad igualitaria no hay quien manda ni quien obedezca porque todos saben cuales son sus obligaciones y no exigen más derechos que los legítimos merecidos. El pago de tu acción lo tasa el Karma; y el pan, tu esfuerzo y tesón. La “magia” de ser y dejar ser que no tiene nada de extraordinaria, sino en lo cotidiano que al transformarse en ritual lava el cuerpo y enaltece la espiritualidad.

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